En ocasiones, experimento la sensación de no desempeñar adecuadamente mi rol como madre, especialmente cuando mi hijo no presta atención, desobedece o reacciona con intensos berrinches, generándome una sensación de impotencia y estrés simultáneo.
Inicialmente, solía frustrarme y enojarme, atribuyendo su comportamiento a la conocida etapa de los "terribles dos". Sin embargo, con el tiempo, noté que se convertía en un niño difícil y exigente. Parecía desearlo todo, nada le satisfacía, y frente a cualquier contrariedad (como no obtener un helado o no comer lo que dejó), no dudaba en derramar lágrimas, seguidas de regaños o castigos.
Esta situación me preocupaba progresivamente. Desconcertada por su comportamiento, me propuse entenderlo observándolo detenidamente, prestando atención a sus palabras. Gradualmente, me di cuenta de que su actitud demandante surgía de la incapacidad para expresar sus emociones.
Aprendí que desde temprana edad, los niños atraviesan cambios físicos y emocionales. No obstante, la comprensión de las emociones resulta más desafiante, ya que carecen de la capacidad para identificarlas y autorregularse.
Descubrí que la mayoría de los niños expresan tristeza, enojo, vergüenza y culpa a través de lágrimas, berrinches, gritos y pataletas. Así, detrás de cada niño difícil, yace una emoción no expresada. Como madre, es mi deber enseñarle a identificar y comunicar estas emociones.
Para lidiar con mi hijo difícil, incrementé mi cercanía con él. Fomenté la comunicación, animándolo a explicar lo que sentía en diferentes situaciones, reconociendo sus esfuerzos y expresando mi amor con palabras, besos y caricias a diario.
Reemplacé mis gritos y gestos enojados por una voz suave y tranquila al establecer límites, mostrándole que su comportamiento no era apropiado. Comprendí que, como modelo a seguir, mi cambio era fundamental si buscaba que mi hijo mejorara su expresión emocional.
Opté por explicarle mis propios sentimientos, creando empatía y demostrándole que la comunicación verbal era más efectiva que los berrinches. En esencia, busqué fomentar su inteligencia emocional, una habilidad invaluable para su futuro.
Fuentes: // Yahoo Noticias // Imagen de Google // Naran Xadul //
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