Principalmente ocurre en niños de 1 a 5 años, pero puede extenderse hasta los 14 años: el ahogamiento por inmersión en agua se cuenta entre las principales causas de muerte en el mundo. La Organización Mundial de la Salud lo considera un problema de salud pública. Según su informe del 2016, más de 40 personas pierden la vida cada hora debido al ahogamiento. Desde niños que caen en charcos o piscinas hasta adolescentes bajo la influencia de sustancias, pasajeros en naufragios o residentes en zonas inundadas, el número de víctimas sigue aumentando sin mucho ruido.
Es una de las 10 principales causas de muerte en niños y jóvenes en casi todas partes, tanto en países ricos como en los de bajos recursos. En lugares con mejor recopilación de datos, como Europa, se ha convertido en la segunda causa de muerte infantil después de los accidentes de tráfico, llegando a ocupar el primer lugar en verano. Lo más impresionante es que en el 99% de los casos, se podría evitar. Por eso es crucial concienciar a padres, madres y cuidadores sobre cómo proteger a los niños frente al agua.
La supervisión constante es clave en la prevención, ya sea en piscinas, el mar u otros entornos acuáticos, sin importar la presencia de salvavidas, conocimientos de natación o chalecos. Nada reemplaza la atención activa de los adultos, especialmente con los más pequeños.
En entornos donde varios adultos están presentes, se recomienda designar a alguien para que esté cerca de los niños, sin distracciones, sin consumo de alcohol, y con plena atención. Aprender a flotar y nadar es importante, pero no garantiza la seguridad total en el agua. Incluso los niños que saben nadar pueden correr riesgos si se confía demasiado en su habilidad y se descuida la supervisión.
Es esencial usar chalecos salvavidas homologados mientras se aprende a nadar, pero nunca se debe confiar únicamente en ellos. Además, se debe evitar que los niños jueguen solos con colchonetas o juguetes inflables en el agua, ya que las corrientes podrían llevarlos lejos.
Factores como comidas copiosas, actividad física intensa o exposición prolongada al sol pueden aumentar el riesgo de ahogamiento, incluso si el niño sabe nadar. Protegerlos del sol y mantenerlos hidratados es crucial. También es importante ser cauteloso al bañarse con un niño, ya que incluso si sabes nadar bien, llevarlo en brazos puede disminuir tu capacidad de natación.
Los adultos deben asegurarse de que las piscinas estén equipadas con medidas de seguridad como vallas, cobertores y alarmas, y que los elementos mecánicos funcionen correctamente para evitar accidentes.
En la playa, donde hay mucha gente y sombrillas, los niños pueden desorientarse fácilmente. Es recomendable que lleven identificación con números de contacto y sepan a quién recurrir en caso de perderse. También es importante educar a los niños para reconocer signos de peligro y buscar ayuda en caso de ver a alguien en apuros en el agua.
Reconocer los signos de ahogamiento es crucial; no siempre implican gritos o pedidos de auxilio. Se debe prestar atención a señales como mantener la cabeza bajo el agua, la boca al nivel de la superficie, entre otros comportamientos poco reconocidos pero igualmente alarmantes. En caso de ahogamiento, es vital sacar al niño del agua y llamar a emergencias inmediatamente.
Es esencial que tanto adultos como niños conozcan primeros auxilios y sepan cómo reaccionar ante una emergencia acuática. En la página web de la iniciativa Ojo Peque al Agua se puede encontrar más información y material descargable para contribuir a la prevención de accidentes por inmersión en medios acuáticos.
La clave persiste: nunca quitar los ojos de los niños en el agua, incluso pocos centímetros pueden representar un riesgo. Solo se necesitan unos minutos para que ocurra un ahogamiento.
Fuentes: // Yahoo noticias // Google imágenes // Iskandar Berna //
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