Una vez, una madre cariñosa y dedicada compartió conmigo una estrategia peculiar: asustaba a su hijo de tres años cuando no quería volver a casa desde el parque, diciéndole que era la hora en que aparecían los fantasmas. Esta táctica, explicaba, era su último recurso para lograr que él la obedeciera. A menudo, repetimos sin reflexionar las mismas tácticas de crianza que usaron nuestros padres. El uso del miedo para controlar a los niños se ha normalizado en nuestras sociedades y se manifiesta de diversas maneras en la crianza.
No solamente asustamos a los niños con historias de fantasmas o amenazas como llevarlos al médico para una inyección si no se terminan la comida, o incluso diciéndoles que vendrá la policía si se portan mal. Los niños también experimentan miedo cuando los dejamos solos en la cuna para que aprendan a dormirse o cuando los dejamos llorando en la escuela para adaptarse. Estas prácticas generan miedo innecesario y estrés en los niños y niñas, dejando secuelas en su desarrollo que a menudo se traducen en ansiedad y miedo excesivo.
El miedo es una emoción primaria que cumple una función vital: protegernos ante peligros reales o imaginarios. Sin embargo, en nuestras sociedades tendemos a reprimir su expresión, especialmente en los niños, aunque paradójicamente lo utilizamos para ejercer control sobre ellos.
Los niños experimentan el miedo de formas diversas, ya sea por amenazas reales o imaginadas. Es crucial comprender su percepción del miedo según su desarrollo. Los más pequeños, hasta los siete años, no diferencian claramente entre fantasía y realidad, por lo que situaciones como sombras en la habitación pueden asustarles. Es importante validar sus emociones y brindarles protección y apoyo para que se sientan seguros.
El miedo en los niños puede manifestarse en distintas situaciones: miedo a la oscuridad, generado por contenidos en pantalla, temor a estar solos, miedo a la agresión, miedo al abandono, temor a lo desconocido o a los animales. En cada caso, es fundamental ofrecer presencia segura, validar sus emociones y acompañarlos en su proceso.
Además, es esencial evitar negar, banalizar o reprimir su miedo, y comprender las causas subyacentes para poder abordarlo adecuadamente. Transmitirles seguridad, comprender nuestros propios miedos y prepararlos para situaciones nuevas de forma segura son prácticas útiles en la crianza respetuosa.
Fuentes: // Yahoo noticias // Google imágenes // Berna Iskandar //
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