No permitas que te engañen; el uso de muñecos o etiquetas con caritas tristes, enojadas o asustadas no será eficaz para fomentar el desarrollo de la inteligencia emocional en tus hijos. Aquí te explicaré por qué y cómo se construye esta capacidad.
El desarrollo de la habilidad de regular emociones no se logra mediante clases en las que los niños observan muñecos que expresan emociones para que las identifiquen. Tampoco se logra a través de técnicas como la respiración controlada, el "rincón de la calma" o consejos para manejar rabietas. Incluso explicar a los adultos cómo actuar en momentos en que los niños están emocionalmente desbordados no es suficiente. El problema con enfoques como estos, que son cada vez más comunes en las escuelas y en las recomendaciones de especialistas en redes sociales, es que son artificiales y dan una sensación falsa de competencia en la regulación emocional y la inteligencia emocional.
Para empezar, los adultos no pueden co-regular emocionalmente a los niños si no son capaces de regular sus propias emociones y ofrecer calma a los niños hasta que estos desarrollen la autorregulación emocional. Si no trabajamos en la gestión de nuestras propias emociones, no hay consejos, caritas felices o tristes, ni colores que nos ayudarán.
Cuando somos capaces de regular nuestras emociones, tenemos más control sobre nuestras acciones y cómo enfrentar situaciones difíciles. Esto es lo que llamamos inteligencia emocional. La forma en que manejamos nuestras emociones afecta constantemente nuestras experiencias en las relaciones y las interacciones. Cuando nos desbordamos emocionalmente o nos desconectamos emocionalmente de nuestros hijos, las experiencias son muy diferentes. Cuando expresamos y comprendemos nuestras emociones conscientemente, nuestras vidas se enriquecen, construimos relaciones empáticas y adquirimos habilidades para resolver conflictos de manera no violenta.
La capacidad de regular emociones se desarrolla en la primera infancia a través de los vínculos primarios con los cuidadores. Si hemos sido criados con empatía y hemos aprendido a regular nuestras emociones de manera adecuada, tenemos más probabilidades de vivir experiencias serenas, flexibles, reflexivas, empáticas y de establecer relaciones saludables.
Los niños se educan emocionalmente cuando los adultos reconocen sus propias limitaciones y trabajan en la regulación de sus emociones. Esto también implica sincronizarse con los niños, interpretar sus emociones correctamente y satisfacer sus necesidades emocionales de manera coherente a lo largo de su desarrollo. Además, es importante identificar y abordar las causas subyacentes de su malestar emocional.
El apego seguro y las experiencias de calma, seguridad, contacto físico, presencia amorosa y apoyo emocional son esenciales en la crianza. También implica entender y respetar la lógica emocional infantil en lugar de imponer la lógica adulta.
La capacidad de regular emociones es un resultado de la salud emocional y no se logra simplificando el mundo emocional infantil en fichas, caritas felices o tristes, colores y otras técnicas para controlar las emociones de los niños.
Fuentes: // Yahoo Noticias // Google imágenes // Berna Iskandar //
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