Los seres humanos son distintos de otras especies en el sentido de que nacen con una inmadurez notable y dependen durante un largo período de tiempo de sus cuidadores para prácticamente todas sus necesidades fisiológicas y psicológicas. Esto implica una conexión esencial con la figura materna, que proporciona la base para el desarrollo físico y emocional óptimo desde el útero hasta los primeros años de vida.
El bienestar del bebé está intrínsecamente ligado al estado emocional de la madre. Desde la gestación, el feto está expuesto a los estados emocionales de la madre, y esta influencia continúa después del nacimiento. La cercanía con la madre, la lactancia y el contacto físico son fundamentales para regular el ritmo cardíaco, la temperatura y las hormonas del bebé, entre otros aspectos. La calma y la sensación de seguridad que proporciona el contacto cercano con la madre son esenciales para un desarrollo óptimo.
Aunque a menudo se argumenta que los sustitutos del cuidado materno, como cunas, biberones y chupetes, son suficientes, es imposible medir cuánto potencial se pierde debido a la falta de conexión emocional durante los primeros años de vida. La experiencia de la madre y su capacidad para establecer un vínculo emocional sólido con el bebé también están influenciadas por factores sociales, económicos y políticos.
La sociedad en su conjunto tiene la responsabilidad de apoyar a las madres para que puedan brindar un entorno propicio para el desarrollo óptimo de sus hijos. La implementación de políticas públicas que respalden la crianza maternal, así como el acceso a un entorno social, económico y emocional estable, son cruciales para el bienestar de las generaciones futuras y para un desarrollo humano sostenible y equilibrado.
Este artículo son responsabilidad de su autor y no representan mi posición o mi punto de vista.
Fuentes: // Yahoo noticias // Google imágenes // Iskandar Berna //
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